jueves, 29 de marzo de 2007

Mis niñas.

No es un término de posesión, al contrario, refleja mi amor hacia vosotras. No sé como decirlo, pero diría que una hermana es la prolongación de la otra y viceversa, que les envuelve un amor, una emotividad, un querer y una fuerza que algunas veces a mí. Me hace estremecer. La pequeña es una persona muy inteligente, muy hábil, valiente. Es una persona que tiene las cosas muy claras y que está sabiendo diferenciar las cosas que hay que hacer con su edad y con su verdadero yo. Hace poco que te he empezado a conocer y pienso que tienes mucho que aportar a este mundo, a tu gente, a tu otro yo. Vas a mil por hora. Sí, pero es la fuerza que tienes y las ganas de comerte el mundo. Pienso que lo vas a conseguir. Niña, cuando oigo ese acento maño, esa energía aunque estes cansada y esa mirada dulce y penetrante a la vez. Veo un caballo blanco recorriendo la ribera del Ebro. Qué decir de mi otra niña, pienso que lo sabéis todo pero no todo está dicho. Es parte de ese yo que forman dos personas. Estando agotada, cansada, destrozada, desilusionada y con mírada caútiva sigue sin perder la mirada hacia el frente y sacando fuerzas de donde si las hay aunque las situaciones las esconda y le sea difícil sacarlas al exterior. Ella es como el Sol que sigue dando luz y calor a este planeta tan hermoso.

¿Yo, quién soy? Esa persona que está aunque no se le vea que existe y que tiende su mano y su corazón, para que el caballo blanco siga corriendo y que el Sol siga dandonos LUZ y CALOR. No pretende ayudar ni insensibilizar su alas, al contrario, sólo ser visto pero a su vez no ser visto.

A vosotras, Andrea y Susana. Os quiero,

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